„Si alguien quiere seguirme,
que se niegue a sí mismo, que tome cada día su Cruz y Me siga”.
El hombre contemporáneo, que
vive en esta época de rápidas transformaciones de la civilización, muy a menudo
no es capaz de ver la perspectiva de lo eterno. Dominado por los problemas
cotidianos, vive sus sesenta o setenta años, a veces más, a veces menos, hasta
que, estando ya en el lecho de muerte y cuandoésta le mira cara a cara, siente la inquietud en el corazón de
preguntarse a sí mismo: ¿qué pasará conmigo, Es verdad que existe Dios. Es
verdad que existe el Juicio Final?
Después de la muerte de una
persona cercana, ya sea esposa, esposo, hijo o hija, hermano o hermana,queda en nuestros corazones un sentimiento de
tristeza y de angustia.
La Santísima Virgen María lo
experimentó de un modo más fuerte que cualquier ser humano, al contemplar el
cuerpo de su querido Hijo y Señor, Jesucristo cuando le bajaron de la Santa
Cruz, al ver su Precioso Rostro cubierto de sangre, sus manos, pies y su
costado atravesados. Entonces algo así como una espada atravesó su Inmaculado
Corazón.
La Pasión de Jesucristo es
relatada con multitud de detalles en los cuatro Evangelios, escritos hace casi
dos mil años pero no aceptados por todos con fe y amor. Algunos, a semejanza de
Santo Tomás "el incrédulo", siguen el principio de "si no lo
veo, no lo creo". Intentan ver la Pasión de Jesucristo con los ojos de
Santo Tomás el incrédulo, para quien el mundo de los ordenadores, magnetoscopios,
televisión por satélite y otros inventos de la segunda mitad del siglo XX es la
única realidad cuya existencia reconocen, de modo que los mensajes transmitidos
por la Sagrada Escritura, relacionados con la Pasión de Jesucristo, son para
ellos sólo cuentos y leyendas que quedan sin verificar.
Investigaciones estadísticas
dicen que, cada segundo mueren dos personas, cada minuto son cien personas y
durante una hora... es decir que,
mientras ven ustedes esta película, más de seis mil personas mueren en la
tierra.
Creyentes o no, respetando
los mandamientos o no, ateos o creyentes no practicantes, todos somos iguales
ante la muerte. Todos compareceremos ante Dios, ante Jesucristo. La felicidad
eterna en el Cielo, los sufrimientos en el purgatorio, o la condena perpetua en
el infierno son realidad actual para todos.
También nosotros, que
peregrinamos por esta tierra, más tarde o más temprano compareceremos ante el
Juez justo, para que juzgue cada acto nuestro, palabra, pensamiento y omisión.
La muerte es sólo un puente que enlaza la vida en la tierra con la eternidad. Al
otro lado de este puente nos espera el Divino Maestro Jesucristo. Sí , a cada
uno de nosotros El nos espera.
"Venid a mí todos los
que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre
vosotros mi yugo, aprended de Mí que soy manso y humilde de corazón; y
hallereís descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga
ligera".